martes, 10 de mayo de 2011

El Arcabaruz

El arcabuz es una antigua arma larga de fuego de avancarga, antecesor del mosquete. Su uso estuvo extendido en la infantería europea de los siglos XV al XVII. 

A pesar de su longitud, el disparo era de corto alcance (apenas unos 50 metros efectivos), pero letal, en esa distancia podía perforar armaduras. Era fácil de manejar y desplazó rápidamente el uso de la ballesta, que desapareció a mediados del siglo XVI. Si se comparan sus prestaciones en combate con los arcos y ballestas, era imprecisa y de menor alcance, pero más poderosa, intimidadora y requería mucho menos destreza para manejarla con eficacia. Aunque el uso del arcabuz estaba difundido antes de la invención del mosquete (su evolución), fue contemporáneo y rival en uso de esa segunda arma, la cual le desplazó lentamente, despareciendo casi completamente en el siglo XVIII.

El mecanismo detonante más corriente fue el de mecha, más usado en el siglo XVI y de pedernal aparecido a mediados del siglo XVII.
El mecanismo de mecha consisitía en colocar una mecha encendida en un trozo de hierro a modo de palanca, llamada serpentín que, accionada por el gatillo, se introducía en el oído (donde se encontraba la cazoleta, llena de pólvora), donde se producía la explosión disparando la bala.
A mediados del siglo XVI se introduce en los arcabuces la cubrecazoleta, una tapa que cubría en las marchas o días lluviosos la cazoleta, pues si la pólvora se mojaba, no se produciría la explosión.
El mecanismo de pedernal no se introduce en el arcabuz hasta, más o menos, 1670. Para entonces, el arcabuz no era un arma de fuego de infantería, pues el arcabuz había sido sustituido por el mosquete, sino de caballería. El mecanismo de pedernal era más caro, aunque más seguro y eficaz para el soldado. La llave de pedernal consistía en introducir una piedra de pedernal que funcionaba como mecha. Se introducía en la cazoleta y se producía la explosión pues se producía chispa. El mecanismo era parecido al mecanismo de la mecha pero se sustituía la mecha por la piedra de pedernal.

La munición del arcabuz consistía en la pólvora y la pelota, la bala propiamente dicha. La bala, de forma esférica, estaba hecha de plomo y solía pesar unos 10 g aproximadamente. Las balas debían estar hechas de tal manera que entrasen holgadamente en el cañón del arcabuz. El que existiera una distancia entre la pared del cuerpo y la bala (Cristóbal Lechuga, maestre de campo, nos indica que se llama viento) ayudaba a que los gases que se producían en la explosión para expulsar la bala no obstaculizasen y frenasen el disparo, ralentizando a la bala. La bala era introducida por el cañón, como arma de avancarga. Se introducía gracias a una baqueta de hierro que era usada como rascador (para limpiar la pared interna del arcabuz) y atacador (para que llegase la bala a la recámara). Las balas eran hechas, a veces, por los mismos soldados, quienes adquirían plomo y una tenaza con la que se hacían las balas, pues tenían la forma.
El soldado llevaba dos tipos de recipientes para la munición, un frasco donde se llevaban las pelotas y un frasquillo donde se llevaba la pólvora para cebar la cazoleta. En algunos casos, se llevaban recipientes con la bala y la cantidad exacta de pólvora, estos frasquitos en los tercios españoles eran doce y los soldados los llamaban comunmente los doce apóstoles.
Para accionar el mecanismo de mecha se llevaba una cuerda formada de lino o cáñamo, rebozada con agua y salitre, para que, cuando prendiera, diera más fuerza en la explosión. Pero esto ocasionaba que la cuerda se malgastara pues ardía con rapidez.
Para accionar el mecanismo de pedernal, se llevaban varias piedras de pedernal que solían durar bastante.

El alcance útil del arcabuz no superaba los 50 m y habitualmente se prefería disparar a menos de veinticinco metros de distancia del enemigo, pero la evolución y mejoramiento del arcabuz dio más alcance efectivo (se cree que a finales del siglo XVII, podían alcanzar un alcance de doscientos metros).
En ejércitos tan importantes como los tercios españoles, el arcabuz tenía que ser igual para todos los soldados con el único objetivo de que, cuando se terminase la munición, pudieran intercambiarse la munición los compañeros, si estos eran faltos de ella.

El arcabuz, usado en combinación con la protección de picas, cambió la forma de hacer la guerra en Europa. En 1525 los españoles, con esta arma, destrozaron a los famosos cuadros de piqueros suizos en Bicoca. Después le llegó el turno a los caballeros con armadura medievales franceses en Nápoles, durante la Batalla de Pavía, que fueron fácilmente vencidos por los arcabuceros. Desde esa batalla se mostró la eficacia del arcabuz y su uso se empezó a propagar entre los ejércitos europeos. La infantería sería la "reina de las batallas" hasta la primera guerra mundial. Se utilizó por primera vez durante la revuelta de los irmandiños en Galicia (para combatir a los sublevados).

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